martes, febrero 28, 2006

" VIVA EL DEPORTE " ( HUMOR)

Tomado de Cuba Encuentro.org

" Viva el deporte"

Enrisco , Nueva Jersey.
martes 14 de febrero de 2006


Hay momentos en la vida de los pueblos en que estos precisan revelar la verdadera fibra que los constituye y los define, aquello que los hace vibrar de emoción y ocupa el centro mismo de su alma.

En el caso cubano, como se comprobará en estos tiempos, eso que define la esencia misma del orgullo patrio es una pelota de béisbol, una Mizuno 150 de fabricación japonesa para ser más exactos.

Hubo una época en que el centro del alma cubana estaba ocupada por una pelota de fabricación nacional, marca Batos, en honor a un juego inventado por los taínos. De paso —y para tratar de resolver la paradoja de que el pasatiempo nacional (junto con la enseña nacional, el escudo nacional y "Los zapaticos de rosa") había nacido en territorio enemigo—, se nos trataba de convencer de que el batos era una especie de béisbol primitivo, cuando en realidad era una mezcla de fútbol y voleibol.

Ahora posiblemente traten de convencer a los niños cubanos de que los taínos, a la llegada de Colón, practicaban un juego llamado Mizuno, lo que de paso explicaría por qué el Almirante cuando llegó a Cuba pensaba que había llegado a Japón.

A partir del carácter central de la pelota en la conformación de nuestra identidad, se pueden sacar dos importantes conclusiones ontológicas sobre el alma cubana: que es redonda y que aguanta todos los palos que le den.

Muchos pondrán en duda la importancia de la pelota para los cubanos, utilizando como argumento (falso y traicionero) el mal estado de muchos de los estadios, la escasez de pelotas y bates y las condiciones de vida de la mayoría de los jugadores, agravadas por la circunstancia de que algunos además tienen que cargar con nombres como Yorelvis, Vismay, Ubisney y Vicyohandry. Pero todo eso pasa a un segundo plano cuando se trata de enfrentar al imperialismo en su propia madriguera, como ocurre ahora con el anunciado Clásico Mundial de Béisbol.

Banderas en el asunto

Como se ha dicho, en este evento se enfrentarán por primera vez en la historia los mejores jugadores profesionales representando a sus respectivos países. O más o menos. Mientras que parte de los mejores jugadores norteamericanos ha preferido no asistir, el equipo de Italia —en su mayor parte— está compuesto por jugadores nacidos en cualquier otro lugar con la condición de que sus apellidos rimen con spaghetti o cualquier otra pasta.

Lo importante es que en la inauguración va a haber un montón de equipos desfilando, cada cual detrás de alguna bandera, y eso es algo que siempre hace ilusión. Cada vez que hay banderas envueltas en un asunto existe, por ejemplo, la oportunidad de llegar a la conclusión de qué importa que los holandeses tengan mucho nivel de vida si son incapaces de batear una pelota decentemente.

Gracias al Clásico Mundial de Béisbol, la selección nacional de pelota, luego de acumular un extenso historial enfrentando equipos universitarios norteamericanos o a la siempre temible escuadra de Aruba, podrá demostrar su valía enfrentando a lo mejor del deporte rentado.

En un principio pareció que el equipo cubano iba a conseguir una victoria apoteósica por no presentación, gracias a que el gobierno norteamericano había decidido no concederles el permiso de participar. Pero eso hubiera puesto en entredicho la importancia del propio campeonato: ante la ausencia de los cubanos, quienquiera que hubiera ganado habría quedado preguntándose: "¿Cómo puedo considerarme el mejor, si no me he enfrentado a alguien que se llame Vicyohandry y que a pesar de eso es capaz de jugar pelota?".

Luego, los norteamericanos se lo pensaron mejor y decidieron concederles el permiso a los cubanos. El Comandante, tan rápido siempre en sus respuestas, esta vez se tomó seis días en anunciar que el equipo cubano asistiría al torneo. Evidentemente se trataba de una nueva provocación norteamericana fraguada en los cuarteles generales de la CIA, en complicidad con la mafia cubana de Miami.

Picó, pero con cautela

El Comandante se vio en una disyuntiva tan trascendental como la de Hamlet: "¿pico o no pico? Si no pico pierdo el granito y si pico me ensucio el pico y no podré ir a la boda de mi tío Perico". Y el Comandante picó. Eso sí, con cautela.

Semanas atrás, en respuesta a la negativa de permiso, Alberto Juantorena, vicepresidente del INDER, había declarado que "el miedo lo tienen ellos (EE UU), porque saben que si el equipo de Cuba asiste, cualquier cosa puede ocurrir, porque tenemos calidad suficiente para imponernos".

En cambio, ahora el Comandante apelaba a la más secreta de sus virtudes, la modestia: "No vamos a decir que somos los mejores", dijo el gobernante en una improvisada conferencia de prensa en medio de la trascendental Batalla de los Carteles. "Vamos a luchar a pesar de que ellos nos han robado muchos peloteros". Antes había dicho que por cada desertor surgían diez jugadores de mayor calidad.

Para el que no conozca el modo de razonar del Comandante, esto puede parecer una contradicción. Pero el que lo conoce se da cuenta enseguida de que se trata de una táctica para confundir al enemigo y, de paso, al resto de la humanidad. Porque si de algo está convencido el Comandante, es que nunca se sabe quién es el enemigo hasta que no sale dando declaraciones en Radio Martí.

Pero ahora la participación cubana va en serio. Ya la Serie Nacional se interrumpió el 12 de febrero para permitirles a los seleccionados prepararse especialmente para el evento. Estarán presentes los mejores jugadores y hasta 20 entrenadores, muchos de ellos estrellas del pasado, como Germán Mesa, Víctor Mesa, Rey Vicente Anglada, Lourdes Gourriel, Antonio Pacheco, Lázaro Vargas y Pedro Medina.

Sólo faltaría convocar a los espíritus de José Antonio Huelga, Changa Mederos, José de la Caridad Méndez y de algún behíque taíno para que les echen una mano. Porque no se trata de un evento cualquiera, sino de una cita con la historia. Una victoria del equipo cubano dejaría al imperialismo norteamericano tan mal parado, que su derrota final sería cuestión de semanas.

Al cabo de ese tiempo, a las costas cubanas comenzarían a arribar balsas trayendo a bordo a Alex Rodríguez, Barry Bonds y el resto de las estrellas de Grandes Ligas, asqueados del espíritu mercantil del deporte rentado y dispuestos a jugar en la Serie Nacional a cambio de un diploma, una semana en un centro turístico con un acompañante y la posibilidad de comprar algunas boberías en el próximo torneo en el extranjero.

Marcapasos en el INDER

A la preparación, el espíritu combativo que lo caracteriza y la supervisión personal del Comandante, el equipo cubano piensa añadirle el factor sorpresa. En una época del año en que los jugadores de Grandes Ligas apenas están estirando los músculos, el equipo cubano va a intentar avasallarlos en virtud de un mejor estado físico. Como diría Napoleón, "el mejor momento para vencer al enemigo es cuando está dormido y el segundo mejor momento es cuando el enemigo está acabado de levantar". Pero, para eso, no se puede escatimar ningún esfuerzo.

Podremos imaginarnos los entrenamientos febriles y poco ortodoxos del equipo cubano, con sólo recordar cómo se preparaba Rocky para las peleas (aunque con algunas variaciones: a falta de gallinas, los peloteros perseguirán "camellos" y en el papel del viejito entrenador, atento a todos los detalles, estará el Comandante).

En las próximas semanas no existirá una trabajo más tensionante en la Isla que el de funcionario del INDER. Cabe pensar que para la fecha en que comience el torneo, los máximos funcionarios del INDER que no hayan muerto de un infarto tendrán instalado un marcapasos. Este entusiasmo repentino por el Clásico Mundial de Béisbol hace a algunos preguntarse por qué Cuba nunca ha aceptado una invitación a participar en la Serie del Caribe. ¿Será para evitarle una aplastante derrota a los hermanos pueblos caribeños o por no verse en el trance de perder ante un equipo que se llame, por ejemplo, los Tomateros de Culiacán?

Y si nada de esto funciona, todavía quedará un recurso que nunca le ha fallado al Comandante: el Granma. Si el Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, ha conseguido evitar hasta el momento dar la noticia de la llegada del hombre a la Luna, o logró convertir a Celia Cruz en una especie de Mas Canosa con ciertas aptitudes musicales, ¿qué no podrá hacer con la presunta derrota del equipo cubano en tierras enemigas?

Se hablará de las duras presiones que el equipo cubano tuvo que soportar —sobre todo cuando pasaba por delante de algún supermercado— y cómo a pesar de todo supo mantener la moral revolucionaria en todo momento. Como recordarán, en ocasión de la derrota que sufrieron los cubanos ante el equipo de los Orioles de Baltimore, el Granma anunció "Ganó el deporte". Y luego, cuando lograron ganarle a los Orioles, el mismo periódico anunció en sus páginas: "Victoria de Cuba". "Desde entonces", me comentó en una carta un amigo que vive en La Habana, "siempre quiero que gane el deporte".

Preparándose para Ginebra

Así que es de esperar que si Cuba gana el campeonato, la prensa celebre la clara superioridad del deporte revolucionario sobre el deporte rentado, del socialismo sobre el capitalismo y del picadillo de soya sobre el filet mignon. Un resultado adverso, en cambio, será declarado una victoria moral como ocurre cada vez que Cuba recibe una votación desfavorable en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra.

Y entonces uno se empieza a preguntar si la participación del equipo Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol no tiene otro objetivo que permitirle a la prensa cubana que se vaya entrenando para la próxima votación en Ginebra.

Llegado a este punto, voy a tratar de responder la pregunta que todos se están haciendo ahora mismo: ¿por qué el Comandante ha asumido el riesgo de participar en ese torneo, en el que puede perder juegos en el terreno y jugadores en cualquier otra parte?

Según algunos expertos, se trata de buscar un merecido descanso entre las protestas contra Posada Carriles y por la liberación de los Cinco Héroes Prisioneros del Imperio (CHEPRIM) y el comienzo del torneo de Derechos Humanos en Ginebra. Pero, por otra parte, hay que pensar que con este torneo el Comandante podrá salir por fin de una vieja duda: ¿han valido la pena todos estos años de revolución y todos los sacrificios que han representado?

Es cierto que el Comandante ha conseguido cosas que cuando llegó al poder se tenían por impensables, como lograr que Cuba se convirtiera, junto con el resto de los países desarrollados, en importadora de azúcar. Pero el hecho es que ahora el Comandante tiene ante sí una misión, cuyo cumplimiento las presentes y futuras generaciones de cubanos le agradecerán eternamente: demostrar que puede preparar un equipo capaz de derrotar a los mejores jugadores de Grandes Ligas, igualito que el equipo Almendares en tiempos de José Miguel Gómez.

En la derrota ni se piensa: si pierden en contra del deseo del Comandante (y en claro contubernio con la mafia de Miami), los peloteros están conscientes de que eso equivaldría a colaborar con la propaganda enemiga, delito que, de acuerdo con las leyes actuales, recibe penas mayores que por asesinar a cuatro personas o haber fileteado una vaca. Aún así, el equipo de expertos que trabaja para esta columna me ha dado el pronóstico de que Cuba terminará compartiendo entre los lugares del quinto al octavo. Yo prefiero no opinar. Yo lo único que quiero es que gane el deporte.