lunes, julio 31, 2006

VENEZUELA O EL MOSCÚ DEL SIGLO XXI || ¿ EL BESO DE CHÁVEZ ?

Venezuela o el Moscú del siglo XXI
Por un régimen democrático para Cuba


Por Carlos Alberto Montaner


La secuencia tiene cierta importancia. El 18 y 19 de julio se reunieron en Caracas los representantes de cincuenta partidos comunistas del mundo. Llegaron al país para apoyar el experimento venezolano del señor Hugo Chávez, esa cosa colectivista y autoritaria llamada ''socialismo del siglo XXI'' con la que el teniente coronel quiere conquistar el planeta. Los asistentes se sentían eufóricos. Marx y Lenin, finalmente, habían resucitado. El trauma del derribo del Muro de Berlín y de la desaparición de la URSS había sido superado. El eje Caracas-La Habana había reemplazado a Moscú. Hugo Chávez se perfilaba como la cabeza, o más bien la chequera, del nuevo imperio revolucionario que comenzaba a forjarse.

Un par de días más tarde el señor Hugo Chávez fue a Córdoba, Argentina, a ingresar oficialmente en el MERCOSUR y, de paso, a introducir de contrabando a su padrino y mentor Fidel Castro en la organización. Para que no quedaran dudas de su propósito, su vicecanciller le explicó a la prensa que para ellos el principal objetivo de la presencia venezolana en esa institución era de carácter político. Se proponen colocar al MERCOSUR en la primera línea de batalla contra las democracias occidentales. El MERCOSUR, dentro de sus planes, no es una lonja de comercio ni un ensayo de integración. Es una trinchera. Chávez y Castro se despidieron de Argentina con un número de circo montado en un estadio. Supongo que los otros presidentes deben haberse quedado preocupados, aunque ninguno lo dijo. No parece sensato que la orientación ideológica y el signo de las alianzas y los conflictos latinoamericanos los determinen dos sujetos evidentemente perturbados.

Inmediatamente, Chávez viajó a Bielorrusia, la última dictadura comunista que queda en Europa. Lo recibió Alexander Lukashenko, el líder estalinista de esa nación, y la televisión internacional transmitió la imagen y la voz de un Hugo Chávez risueño que felicitaba al país por no haber cedido ante lo que llamó, con gran deprecio, las ''revoluciones de colores''. Para el militar venezolano la liberación de los pueblos del Este de Europa y la llegada de la democracia a esa región del mundo fue una inconmensurable desgracia. Naturalmente, firmó alianzas estratégicas con el otro dictador y entonaron a dúo una tonadilla antinorteamericana.

Casi sin darse tregua el inquieto venezolano siguió rumbo a Moscú. Ya había comprado cien mil fusiles de asalto. Ahora el proyecto es adquirir varios escuadrones de MiG-29 y docenas de helicópteros. Parece que la bolsa disponible es de $1,000 mil millones, pero pudiera duplicar esa cifra si es necesario. Putin le venderá los aviones y, si el precio es conveniente, hasta la momia de Lenin. Chávez está dispuesto a contar con las mayores fuerzas armadas de América Latina. A los españoles también les ha comprado aviones y naves de guerra. Quiere triplicar los efectivos de Brasil y poner a temblar a los colombianos con un simple gesto. Si Venezuela, bajo su liderazgo, va a ser una potencia mundial, necesita tener un ejército enorme capaz de intimidar a sus adversarios y de admirar a los simpatizantes.

Lo más asombroso de este espectáculo es la indiferencia o la indolencia con que una buena parte de los venezolanos se le enfrenta. Según las encuestas más solventes, las de Alfredo Keller, la inmensa mayoría de los venezolanos no quiere que el país sea arrastrado en esa dirección, pero, simultáneamente, más de la mitad de la sociedad tiene una opinión positiva de su pintoresco presidente. Y, dentro de esa extraña esquizofrenia, los casos más graves son los llamados ''ni-ni'': ese tercio largo e irresponsable de la población que dice no estar ni con el gobierno ni con la oposición, como si en el país se jugara una simple disputa electoral entre dos bandos equivalentes, y no una trágica disyuntiva entre la inevitable catástrofe provocada por un iluminado que cree ser la reencarnación de Bolívar y Marx y la asustada racionalidad de una oposición que advierte inútilmente que la nación va hacia el despeñadero. Tal vez lo de ni-ni es porque no tienen corazón ni cerebro.

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Fonte: El Nuevo Herald
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¿El beso de Chávez?

Por Danilo Arbilla
periodista uruguayo, segundo vicepresidente de la SIP.

Tras el show de Córdoba con el Neomercosur, Chávez se fue de compras por el mundo, necesitado de ''juguetes'' nuevos para su sustento militar y de respaldo para su aspiración a integrar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Dinero y aspiraciones le sobran, así como en igual medida desborda en iniciativas para promover el cambio y la nueva revolución. Va camino a superar a su ídolo Fidel, ''padre y maestro de todos nosotros'', como le llamó en Argentina. En ese país y en la reunión ambos, por supuesto, se excedieron largamente en sus discursos, violando el reglamento, e introdujeron el tema de ''el imperialismo'', desapareciendo en esta cumbre el tratamiento de los tópicos que tienen que ver con una unión aduanera y un mercado común que fueron, hasta el ingreso de Venezuela, la razón de ser de la asociación.

A Castro le hubiera ido de maravillas si no fuera por lo de Néstor Kirchner, que se atrevió a reiterarle el pedido para que autorizara la salida de Cuba de la médica Hilda Molina, quien desde hace 12 años quiere viajar al país sureño para ver y conocer a sus nietos argentinos. Kirchner probó en carne propia los efectos de la necedad ''progresista'' y Fidel, al igual que lo hace tantas veces el argentino, reaccionó virulentamente con desplantes, amenazas de irse e insultos a periodistas. Se dice que Kirchner, con su pedido, mostró coherencia en su política de defensa de los derechos humanos, pero habrá que ver si insiste y presiona como lo hace con otros asuntos o si sólo fue pour la galerie.

Mientras tanto Chávez apura los cambios. Agotadas las posibilidades de hacerlos en su país, al que ya le cambió el nombre, la constitución y el escudo, ahora avanza sobre el Neomercosur. Una de sus nuevas pretensiones, según circuló entre periodistas y delegados en Córdoba, es cambiar el propio escudo de la asociación, sumándole una nueva estrella a las cuatro que tiene. ''Ahora somos cinco los miembros'', parece que es su argumento y nadie le puede hacer entender que esas cuatro estrellas no están ahí por el número de sus integrantes, sino que se trata de la ``Cruz del Sur''.

Pero es que el comandante venezolano en sus ansias de protagonismo es capaz de acometer contra las galaxias y la armonía del universo y de hasta desplazar a personajes de la Biblia. A Cristo todavía no, pero sí a Judas.

Tras la aparición de un ''nuevo Evangelio'' que rehabilita al apóstol ''traidor'', ha perdido su poder emblemático aquello del ''beso de Judas'' en referencia al gesto que sirvió para identificar a Cristo ante los soldados romanos, y entonces ahora por la región se habla del ''beso de Chávez'' a raíz de cómo les fue a los candidatos que él apoyó en las elecciones de Perú (Ollanta Humala) y de México (Andrés Manuel López Obrador).

La ''maldición'' rondó por Córdoba y bastaba ver la cara seria y de preocupación de Lula cuando Chávez, en su tan extenso como poco medular discurso, se refirió a Brasil. El venezolano reconoció que le han aconsejado no meterse en asuntos de otros países y pareció que no iba a traspasar los límites, pero no pudo con su condición y mirando al brasileño le auguró: ``Vas a ganar''.

Ante las risas de todos su colegas, Lula esbozó una sonrisa, pero al mismo tiempo cruzó los dedos.

Todo parece un chiste; el problema es que es en serio.

Fonte: El Nuevo Herald
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