miércoles, septiembre 27, 2006

LA PEOR CUÑA

LA PEOR CUÑA



Por José Ignacio Rivero



Es este uno de esos momentos en que el decoro de el exilo exige hablar y escribir sin rodeos ni medias tintas. Lo exige también el deber del periodista. En nuestro caso como director del “Diario de la Marina”, decano que fue de la prensa de América Latina y como premio de “Héroe de la libertad de prensa” de la Sociedad Interamericana de Prensa por defender la libertad de expresión en Cuba. Lo hecho por la empresa de “El Nuevo Herald” a los honestos y excelentes periodistas cubanos ha sido más que un despido un verdadero desplante, una auténtica injusticia. Al empleado, al trabajador, al miembro o al colaborador de una empresa cualquiera se le despide solo cuando existe de por medio alguna razón de ética o de economía. En este caso los colaboradores cubanos despedidos por la empresa no han cometido delito alguno ni la empresa pasa por ninguna crisis económica…¡Cosas que también ocurren en el país más libre y democrático del mundo!...

Esa mala, malísima experiencia, la vivimos también nosotros en Cuba y en el destierro. Pero vayamos por partes. En La Habana desde que comenzó el desbarajuste comunista tuvimos que soportar y arremeter públicamente contra la mentira y el odio que nos rodeaban a todas horas. La verdad libre y sincera teníamos que decirla todos los días empapados de temor y amenazados constantemente por el enemigo que nos acosaba por todas partes y a todas horas. Era el precio que teníamos que pagar si queríamos ejercer el periodismo como un verdadero sacerdocio… Y nos ocurrió allá, bajo el fuego rojo, lo mismo que aquí, dentro de la libertad y de la democracia, les acaba de suceder a nuestros compatriotas periodistas del “Herald” por colaborar en un medio como Radio Martí que solo divulga libertad y democracia a un país sumido en la más ominosa tiranía. Sí, nos ocurrió lo mismo, aunque al revés: aquí fueron injustamente despedidos los periodistas por su periódico, allá, en medio de nuestra pugna contrarrevolucionaria, los escritores se despidieron de nosotros y de nuestro periódico. Unos destacados colaboradores de nuestro Diario encabezados por Jorge Mañach, nos escribieron una carta renunciando a sus trabajos en el “Diario de la Marina” debido a nuestra radical postura en contra de la revolución… Nos quedamos sin plumas de primera línea intelectual, pero en aquellos días tan aciagos nuestro periódico lucía mucho mejor sin las columnas o artículos no “coletillados” por la funesta revolución… Desertaban solo los que nunca fueron condecorados con esa aclaración ominosa de la tiranía.

Lo entendimos perfectamente: Se ponían a bien con la revolución y se liberaban a la vez del tormento de tener que escribir con la mano “derecha” en nuestro Diario y con la “izquierda” en la revista Bohemia, aunque jamás les impusimos, ni siquiera le sugerimos a ninguno de ellos ni a los que se quedaron con nosotros una sola idea ni le quitamos una sola palabra a sus artículos… confesado así por el mismo Mañach a Fidel Castro en una comparecencia por CMQ televisión.

Pero volvamos al tema que nos ocupa hoy. El tema de aquí. El de los compatriotas periodistas del exilio que escribían en el “Herald” y en Radio Martí. El mejor premio que estos pueden recibir en sus vidas periodísticas es el de haber sido despedidos de una empresa periodística norteamericana por escribir con una sola mano tanto para ese diario como para esa estación que fue creada solo para comunicar la verdad democrática a un pueblo como el nuestro encadenado por la mentira y el vasallaje del comunismo. En todas partes cuecen habas, como dice el dicho. No es esto una exclusiva de los americanos. El mundo está lleno de hipocresías y de traiciones. En nuestro destierro abunda también, como en todas partes, esa farsa, esa simulación, ese engaño. Nadie en la tierra esta vacunado contra esa enfermedad del espíritu. El único antídoto que existe es la fe en Dios y el ejercicio diario de hacer el bien y sin mirar a quien. Nosotros hemos pasado por la misma experiencia con la única diferencia de que mis “empleadores” en el exilio no eran norteamericanos sino cubanos y además hipócritas lo que resulta siempre más peligroso que el hombre abierto y sincero. A nosotros nos dejaron fuera solo por haber cumplido enteramente con nuestro trato. Con nuestra palabra… Y fueron compatriotas. No fueron americanos. Pero dejemos aquí el comentario de hoy con el siguiente refrán: “No hay peor cuña que la del mismo palo” JIRivero@aol.com