jueves, enero 31, 2008

EL ESBIRRITO

"EL ESBIRRITO"


Por Iliana Curra.

Tenía la figura de un estudiante del pre-universitario. Incluso, hasta de secundaria básica. Era delgado y pequeño de estatura. También de sentimientos.

Lo conocí estando detenida en la Décima Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) que está en la Víbora. Me sacaron del calabozo en condiciones bien precarias debido a la suciedad imperante en ese lugar. El día anterior dos oficiales de la Seguridad del Estado me habían arrestado en mi casa. Era el 6 de agosto de 1994.

Todavía se escuchaban como ecos los gritos de “Libertad” de miles de jóvenes que se lanzaron a las calles de La Habana protestando contra ese régimen que los ahogaba desde que nacieron. La capital aún se estremecía bajo una brutal represión que se impuso arrestando y amenazando impunemente. Centenares de esos muchachos estaban siendo llevados a prisiones de máxima seguridad y por las calles se paseaban unos jeeps de asalto con ametralladoras de 70mm dirigidos por militares que no pensarían dos veces para disparar cuando fuera preciso. Los ánimos estaban caldeados.

Me sentaron en una silla de una oficina de interrogatorios de la unidad policial. Frente a mí tenía un rostro más que conocido. Se trataba de Sosa, el supuesto apellido de un oficial de la Seguridad del Estado que no se cansaba de reprimir a los opositores de la barriada de Santos Suárez. Era joven, pero ya estaba experimentado en esos quehaceres represivos.

“Este es Osvaldito”, me dijo Sosa, como si me estuviera presentando a un personaje importante. Osvaldito era tan insignificante como una mosca, pero trataba de poner cara de un “duro” de las películas para tratar de impresionarme. Recuerdo que lo miré y hasta me dio risa. Le dije con toda la ironía que me caracterizaba: “¿Qué edad tu tienes niño?” “Eres muy joven para estar amenazando a los opositores pacíficos en vez de estudiar”. Estaba tan serio y molesto que me hubiera fusilado si hubiera sido posible. Balbuceó algo que no recuerdo, y fue cuando lo bauticé con un apodo que se le quedó por mucho tiempo. Le dije: “¡Así que eres el nuevo esbirrito de la Seguridad del Estado!”.

El esbirrito, un pichón de verdugo que comenzaba a andar en un largo camino cruel y aberrante se iniciaba en sus primeros interrogatorios para graduarse un día como todo un sicario.

No recuerdo haberlo visto en detenciones posteriores. El incremento represivo fue escalando grados hasta llegar a otros sicarios mucho más comprometidos que este pionerito que recién comenzaba. Pero supe que numerosos opositores del área fueron hostigados por este adolescente imberbe que fue convirtiéndose en todo un fanático de la represión contra los que no aceptaban la dictadura de un vejete que, sentado en su trono, se ha mantenido en el poder a base de imponer el terror en el pueblo cubano.

No pude verle más su cara. La prisión anunciada llegó y fueron otros los secuaces que me reprimieron. Pero Osvaldito, el esbirrito que fuera captado por la policía política para prepararlo como un agente, siguió el equivocado camino de la represión y las torturas. Muchos hermanos de lucha recibieron sus amenazas y hostigamiento, pues se convirtió en uno de los sicarios más conocidos del área. Hoy por hoy debe continuar en sus andares, coaccionando y amenazando a los que no se someten a la dictadura militar implantada por la fuerza en 1959.

Osvaldito, ya convertido en todo un esbirro adulto y comprometido hasta el tuétano, tendrá algún día que presentarse ante los opositores. Pero ya no será para atormentarlos con su hostigamiento. Será para declarar sus culpas ante un tribunal que lo imputará por el acoso permanente, las torturas y la persecución contra aquellos que, lo único que han hecho, es querer ver a su patria verdaderamente libre.