martes, mayo 16, 2017

Esteban Fernández: LAS COLETILLAS. Un ejemplo que muestra cómo el régimen de Fulgencio Batista respetaba la libertad de prensa salvo en breves y muy contados períodos convulsos del país

LAS COLETILLAS


Por Esteban Fernández
15 de mayo de 2017

Les hablé hace poco de la frase asquerosa de “Le partieron la siquitrilla” que se puso de moda para conceptuar y alegrarse de las incautaciones, del robo indecente y de la eliminación de la propiedad privada en nuestro país.

Hoy les escribiré de otra no menos detestable palabreja: La Coletilla. Fue el preludio del final de la prensa libre en nuestra nación. Antes que todos los periódico, revistas y medios de difusión fueran confiscados surgieron las infames “coletillas”. Seguidos por las turbas pidiendo “Paredón” al frente de la empresa.

Dentro de cada medio de prensa habían -o colocaban- empleados sumisos y simpatizantes de la recientemente instalada dictadura que se brindaban ante cada escrito que consideraran anticastrista -y por lo tanto ofensivo a la revolución- ponerle un apéndice al final echándoles con el rayo a todos los que osaran tocar con un pétalo de una rosa al tirano en ciernes o a su maldito desgobierno.

Si mal no recuerdo las coletillas decían más o menos”: “Los empleados de esta empresa, fieles a los conceptos revolucionarios y a su Máximo Líder, estamos en desacuerdo total con lo antes expuesto por el susodicho periodista que responde a los intereses de Fulgencio Batista y del Imperialismo Yanqui”.

Increíble, detestable, se fue de palo. Aquello jamás había sido visto en nuestro país. A través de mis cortos años yo había observado polémicas, discusiones y periodistas dando opiniones opuestas sobre todos los temas que nos incumbían, pero nunca que “dentro de un escrito” o “al final del ensayo” desmintieran todas las opiniones personales del autor. Eso era insólito. Era el principio del acabose.

Solamente durante la etapa de Batista habíamos visto la censura de prensa decretada por varias semanas tras un grave suceso que aconteciera en la nación -con la cual yo nunca estuve de acuerdo- pero toda la prensa se solidarizaba para condenar la mordaza impuesta. Y siempre Fulgencio Batista daba marcha atrás y restablecía la libertad de expresión.

Pero esta era una forma distinta, Sui generis, y de igual manera en que todavía hoy disfrazan a los esbirros dando golpes como si fueran “gente del pueblo” en esta ocasión inicial tapaban el hecho cierto de que Fidel Castro eliminaba toda voz que se le opusiera y apareciera como que eran los “empleados de cada empresa los que estaban molestos y actuaban independientemente del “gobierno” en contra de unos farsantes”.

Desde luego, y casi está demás decir, que las coletillas desparecieron inmediatamente cuando se quitaron las caretas y después que todos los medios de comunicación cayeron dentro del jamo castrista y él que discrepara de una sola palabra del tirano y de su corte de testaferros y mercachifles tenía que correr a buscar asilo en una embajada o iba a parar a un infame calabozo.

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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Mediante la lectura no sólo el lector se dará cuenta  de la libertad de prensa que salvo en cortos y pocos perídos hubo en el régimen de Fulgencio Batista; también pueden darse cuenta del ambiente  relajado y poco peligroso  en que vivía Fidel Castro  durante  el período insurreccional mientras que en las ciudades  y pueblos los combatientes antibatistianos  se enfrentaban a la Policía Nacional, el cuerpo más represivo  del régimen; también el lector puede darse cuenta de sus manipulaciones y mentiras y la utilización de menores como informantes.
Hay una versión  que plantea que  los equipos de la estación de Radio Rebelde  fueron llevados por personas vinculadas a la Unión Soviética.
Para tener elementos para hacer un balance del LLano y la Montaña  y conocer que Fidel Castro no fue durante la lucha el jefe supremo del Movimiento 26 de Julio  es importante  ver el siguiente video en el cual participan actores y testigos de la época :
 
Published on Apr 8, 2016
Doble asesinato: Frank País y la Revolución
Finalmente en la Cuba desgobernada por la dinastía militar de los  Castro:
El sistema legal represivo de Cuba ha creado un clima de temor entre los periodistas, disidentes y activistas, poniéndolos en riesgo de detención arbitraria y hostigamiento por parte de las autoridades, en este video se muestra a las jóvenes generaciones cómo a través de la música y la Internet están tratando de encontrar una nueva manera de compartir información.
"Las leyes son tan vagas que casi cualquier acto de disidencia se puede considerar penal de alguna manera, lo que hace muy difícil para los activistas pronunciarse contra el gobierno. Hay una necesidad urgentemente una reforma para que todos los derechos humanos sean una realidad para todos los cubanos", dijo Kerrie Howard, Director suplete para las Américas de Amnistía Internacional.
 
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Fragmento de un reportaje de la revista BOHEMIA publicada en Cuba en plena lucha insurreccional : el 9 de marzo de 1958. No. 10. Año 50. páginas 52 y siguientes.
(Una foto histórica. El día 9 de enero fue tomada esta fotografía unas horas antes de que saliesen del campamento rebelde, Armando Hart y Javier Pazos. De izquierda a derecha: el autor del reportaje, Fidel Castro, Armando Hart, Celia Sánchez, Raúl Castro y Javier Pazos. Dos días después eran detenidos Hart y Pazos.)

Una jornada cualquiera de Fidel Castro 
Cuando los primeros gallos rasgan el silencio de la madrugada, Almeida ya está dando vueltas por la estancia del bohío
Al igual que en el siglo pasado, y en el Oeste americano, los jefes rebeldes son reclamados a base de recompensa. La cabeza de Fidel Castro vale $100. 000 pesos según el gobierno de Fulgencio Batista. 50 mil guajiros de la zona que conquistó Fidel Castro conocen esta oferta pero no parecen interesarse por ella.
Docena de hamacas paralelas, y a diferentes alturas, mecen el sueño de los rebeldes. Comparadas con las noches de Santiago, estas son tranquilas, como en tiempos de paz. La radio comienza enseguida a deshilvanar noticias del día.
 (Fidel Castro, Raúl Castro y el periodista español )
Titin Pérez, hijo de Crescencio, ya está encendiendo el fuego de la cocina para preparar el café y el desayuno. Poco a poco todo el mundo va saliendo del sueño. Las hamacas se van recogiendo una tras otra y guardando en las mochilas junto con las frazadas.
Fidel Castro es de los primeros en levantarse. Enciende el primer tabaco del día y pasea con las manos detrás de la espalda escuchando las noticias. Cuando el desayuno está listo, lo toma sin decir una palabra para escuchar el radio. Vuelve a pasear otra vez mientras de vez en cuando echa una mirada a su rifle de mira telescópica apoyado en la esquina. Ya sabe todo el mundo que de un momento a otro saldrá caminando, sin avisar y con paso largo, después de agradecer a los guajiros la hospitalidad de una noche. Fidel Castro toma el sendero. Detrás de él salen Almeida y Celia Sánchez mientras el resto de la columna se pone precipitadamente en movimiento.
De vez en cuando, Fidel Castro se detiene, tira una chupada de su tabaco y, después de mirar el paisaje que lo rodea, prosigue su ruta con unas piernas envidiables. El sol se hace duro y el frío de la mañana temprana desaparece conforme avanza la jornada. Finalmente alcanzamos un bohío donde Raúl Castro y la vanguardia aguardan instrucciones. Nos quedamos y el hermano del jefe rebelde reanuda su marcha hasta las lomas vecinas donde mañana lo alcanzaremos.
El sudor baña nuestros cuerpos porque el frío matutino se desvaneció para dar paso a un fuerte sol. Titin Pérez comienza a cocinar para toda la Comandancia.
-Yo nunca descanso. Salgo del desayuno para meterme en el almuerzo y no concluyen cuando ya he de preparar la comida. Casi lamento los tiempos en que no teníamos que comer, dice con un gesto de resignación.
Menos de una hora después de habernos instalado, los guajiros empiezan a aparecer. Cómo se han enterado es algo que raya en el misterio pero el hecho es que no es posible esquivar el desfile de hombres y mujeres que traen al abuelo y al hijo para que saluden a Fidel Castro.
-Lo malo de todo esto es que la aviación nos puede localizar viendo tanta gente dirigirse hacia un mismo lugar -dice Fidel Castro volviéndose hacia mí. -Y no es que quiera deshacerme de estas recepciones, pues sé que son necesarias, sino evitar que un bombardeo cause daño a la población.
Entonces comienzan las audiencias. Las hay de todo tipo, desde la mujer que viene a pedir una vaca porque tiene ocho hijos pequeños, hasta el marido solicitando que una patrulla rebelde dé alcance a su mujer que se fugó con el vecino.
-Comandante -gime un campesino que ha aprovechado la visita para que el doctor Martínez Páez lo opere de un quiste-, mi vecina me quitó la cerca de alambre que puse nueva.
-Comandante, necesito venderle cinco quintales de frijoles porque no tengo dinero.
-Almeida, aunque no necesitamos frijoles, compra los cinco quintales y dale unos pesos más para los niños -dice Castro dirigiéndose al Capitán que apunta órdenes y extiende autorizaciones.
(El periodista, Enrique Meneses Jr., del Paris-Match, conversando con Fidel Castro y con su hermano Raúl. Este último manda la vanguardia del jefe rebelde.)
Fidel Castro ha establecido escuelas públicas para los guajiros en las que enseñan los rebeldes convalecientes; ahora necesita cuatro jueces para resolver los problemas naturales que se plantean en esta república de dos mil kilómetros cuadrados que cuenta con 40 mil almas además del ejército fidelista.
Los mensajeros se suceden en la Comandancia trayendo y llevando órdenes entre columnas y patrullas. Son guajiros que caminan solos y aprisa sin más arma que un revólver en el cinto y un brazalete del “26 de Julio”.
-Mañana hay correo -me dice Celia Sánchez-, si quiere enviar alguna crónica para Le Fígaro, aproveche.
Una verdadera nación, en la que todo el mundo está satisfecho por la misión que ha de cumplir, gira alrededor de nosotros. Soldados o guajiros, todos desempeñan su cometido con entusiasmo y hasta en muchos casos con valentía. Todo es voluntario. Raros son los imperativos que salen de los labios del jefe rebelde o de sus oficiales.
Muchos campesinos que vienen a plantear sus problemas a Fidel Castro, aprovechan la oportunidad para que Martínez Páez los examine.
-Aquí hay gente que nunca vio un médico y ahora vienen sólo por chequearse –me dice el doctor.– En la mayoría de los casos una aspirina disuelta en agua los cura de sus dolores– siempre que no sepan que es aspirina.
Los niños atraen a Fidel Castro. Al más sucio de ellos le dedica una caricia cuando no aprovecha la oportunidad para jugar con él, a las canicas, si no tiene demasiado que hacer.
“Padrino Fidel y Madrina Celia” son expresiones que se oyen con frecuencia en boca de los pequeñitos cuando llegamos a un bohío en el que el jefe rebelde anduvo hace un año, con un puñado de hombres hambrientos. Castro recuerda el nombre de todos los niños y su prodigiosa memoria le hace recordar hasta los mínimos detalles.
-¿Has visto muchos guardias, Miguelito?
-No, padrino -responde un pequeño negrito de tres años. Fidel Castro me dice mientras entramos en la casa:
-Me han escrito que el día de reyes mi hijo Fidelito gritó en la calle, “¡Viva Fidel Castro! ¡Viva Papá!”
Y se entusiasma hablando de su pequeño. Lo quiere convertir en un gran abogado, un gran ingeniero, un buen tirador, un alpinista notorio y un conversador de primer orden.
Pero no se puede estar hablando de lo que se anhela. Lo inmediato, la realidad directa y presente, reclaman al jefe rebelde.
-Quisiera tumbar monte, Comandante -dice un hombre dando vueltas al sombrero entre sus manos.
-Pero vamos a ver, Eduardo, ¿te das cuenta de que gracias a este monte no nos ha vencido el enemigo? ¿No comprendes que en esta manigua ha estado y está nuestra salvación?
-Ya no vienen soldados desde hace meses, argumenta el guajiro.
-¿Y sabes por qué no vienen ellos ni es eficaz la aviación? Por el impenetrable monte que quieres tumbar. Cultivad primero las peludas y cuando acabe todo esto cortareis el monte para sembrar.
El voluntario que vino mas lejos: Armando Torre Mesones. Era estudiante de Artes Cinematográficas en París cuando Fidel Castro desembarcó en Cuba. Tan pronto supo la noticia se apresuró a juntarse con las fuerzas rebeldes. "Esto no es París, nos dice con nostalgia, pero aquí estamos construyendo algo mucho más grande".
.El guajiro se ha acostumbrado tanto a la libertad y seguridad de la Sierra Maestra que ya cree que la guerra civil terminó. Su “Cuba”, dentro de su candidez montuna, son las lomas que rodean su casa. La Habana, e incluso Santiago, no son más que nombres de ciudades donde tiene una hermana casada o donde estuvo una vez hace veinte años. Pero Fidel Castro no tiene una visión tan limitada de la geografía cubana y ha de explicar una y otra vez que, habiendo abundancia de comida, es injustificado tumbar monte. Para él, la guerra continúa.
El cerco establecido por el ejército en torno a la Sierra provocó temores al principio, cuando se cortaron los suministros de comestibles que traían las pocas bodegas serranas, pero rápidamente se resolvió la situación con la captura de 700 vacas a unos oficiales del ejército que se las habían quitado a los campesinos.
Algunas fincas de altos funcionarios y de algunos senadores de Batista están “suministrando” a la población campesina una alimentación completa.
-Cada uno tenéis ya la vaca que dará la leche necesaria para los niños. Les prohíbo matar esos animales o venderlos. Cada familia una vaca, -concluye en el transcurso de una distribución gratuita de las reses de Suárez, Matos y Panchín Urquiaga. Luego, mientras nos alejamos, me dice riendo:
-Me han querido tachar de comunista, pero en realidad lo que estoy haciendo es crear nuevos capitalistas.
¿Qué va a pasar ahora?
 
Muchos se preguntarán, después de leer este reportaje: ¿qué es lo que va a pasar ahora? ¿Qué proyectos tiene el ya legendario jefe rebelde? ¿Dónde dará su próximo golpe? ¿Si la revolución está ganada o si aún durará mucho? Todas estas preguntas constituyen la angustiosa problemática cubana.
Un corresponsal de prensa, por más elementos de juicio que tenga para valorar una situación, no puede prever el futuro aunque le sea posible, una vez llevada a cabo su tarea de exposición, apuntar las tendencias que se dibujan a partir de los hechos considerados.
En el problema actual de Cuba existe una resistencia anti-gubernamental o, para ser más exacto, anti-batistiana que adopta dos formas: la clandestina y la militar. Un pueblo que suministra dinero, medicinas, ropa, que esconde a los perseguidos, que pasa mensajes a costa de su vida, que Ileva a cabo sabotajes favorables a la causa; por un lado. Un ejército disciplinado, bien adiestrado, con armas modernas y suficientes para sostener indefinidamente la guerra de sierra que ha entrado en su decimoquinto mes; por otro. Estas dos fuerzas se completan y ninguna sería nada de no ser por la otra. La meta de los rebeldes no es formar una República en la Sierra Maestra sino salir de allí en cuanto lo permitan las circunstancias. Tampoco les interesa que el pueblo siga mucho tiempo más sufriendo los rigores de la represión gubernamental, porque la resistencia física tiene sus límites y la lucha en el llano es mucho más agotadora que la de la Sierra Maestra.
¿La fórmula electoral? De mis conversaciones con Fidel Castro y con sus colaboradores de arriba y de abajo he sacado la certidumbre de que no hay uno que acepte tal fórmula. Es más, consideran que quien crea en ella ayuda a Batista haciéndole el juego. Comentando con las gentes que me han cobijado en Oriente, y que pertenecen a clases sociales muy diversas, me he dado cuenta de que si un político oposicionista quiere perder su prestigio le basta con hablar de elecciones.
Luchando en los dos terrenos, la loma y el asfalto, están totalmente de acuerdo en su lucha contra Batista. Utilizan métodos distintos pero se guían por faros comunes.
-En todo esto ¿qué representa el ejército? -se preguntará el lector francés que no ignora la importancia que tienen los militares en los países latinoamericanos. El ejército no puede hacer más de lo que ha hecho para eliminar a los rebeldes. Se han cambiado jefes sin lograr por ello mejorar la situación o atajarla siquiera. El tiempo ha jugado en favor de Fidel Castro y cada día que pasa se hace más fuerte. Ayer no tenía morteros, ni “bazookas,” pero cada día que transcurre tiene más armas. Hoy está en disposición de llevar la lucha al llano con un máximo de probabilidades de éxito.
En La Habana, el lugar que menos siente la guerra civil en toda Cuba, muchos que hace unas semanas creían que Fidel Castro era un producto de la prensa sensacionalista americana, hoy van admitiendo que los periodistas nos hemos limitado a contar lo que hemos visto en el campo rebelde.

Una operación bélica en el llano
Desde hace muchos meses ya no hay lucha en la Sierra Maestra. El ejército se niega a meterse por las lomas, donde la muerte espera detrás de cada peñasco. Ahora, el frente está en las afueras de Manzanillo, Bayamo, Yara y otras poblaciones del llano. En Manzanillo la población está esperando de un momento a otro que los rebeldes ocupen la ciudad, pero no comprenden que el éxito de los hombres de Fidel Castro es justamente no quedarse en un sitio. Pueden tomar Manzanillo o Estrada Palma para hacerse de armas, infligir una derrota al ejército y salir enseguida para las lomas antes de que la aviación bombardee. Si los rebeldes se instalasen en los cuarteles que toman, los bombardeos perjudicarían a la misma población que reclama la presencia de las huestes de Castro en ciudades limítrofes de la Sierra Maestra. En los alrededores de estas poblaciones se encuentra un tipo de guerrillero muy especial: “el escopetero”.
Los “escopeteros” son los rebeldes peor armados y con menos tiempo en campaña. Sus hazañas son épicas porque quieren llegar rápidamente a emular a los veteranos del “Gramma”. Por eso hay momentos en que realizan operaciones arriesgadísimas de las que salen bien gracias al hecho de que han perdido el “temor al ejército”. Este “temor” tiene una importancia enorme. El ha hecho que el campesino de la Sierra Maestra se quede en su casa armado solamente con un revólver e hiciese frente al ejército cuando éste se adentraba aún en la zona. En el caso de los escopeteros ocurre otro tanto. Después de haber estado muchos de ellos trabajando en la clandestinidad y bajo la densa atmósfera de terror que reina en las ciudades del llano oriental, han entrado eufóricos en la nueva etapa de vivir en la tierra semiliberada, que es la zona periférica de la Sierra Maestra. Aunque las armas sean escopetas y perdigones, el hecho de estar unidos en grupos de cierta importancia, les ha dado una confianza en sí mismos capaz de vencer cualquier obstáculo. Contaré una operación llevada a cabo por un grupo de escopeteros al mando de Manuel García y a la que fui invitado como si se tratase de una función de Opera.
(El periodista de Paris-Match compara decepcionado su barba con la de dos ejemplares de rebelde. A estos “peludos”, la población los llama“Mau-Mau”)
El día 11 de enero, con un grupo de 28 hombres, se situó García a diez kilómetros de Manzanillo para capturar el tren que pasa por allí a las 9.07 p.m. El convoy llegó y se detuvo ante la hoguera que obstaculizaba la vía. Un disparo anunció el comienzo de la operación. No hubo un tiro más. Los escopeteros subieron al tren y, después de verificar que no llevaba escolta militar, examinaron la documentación de todos los pasajeros para capturar a posibles soldados vestidos de civil o algún miembro de la partida de Masferrer. Manuel García había recomendado tener el máximo respeto hacia los pasajeros y tratar con educación a todos. Debo decir que aquello fue un baile en palacio. Los escopeteros calmaron a las mujeres que gritaban asustadas, anunciaron la orden de quemar el tren una vez que todo el equipaje y los pasajeros hubiesen abandonado el convoy y se pusieron a bajar las maletas y dar el brazo a las damas para ayudarlas a descender de los vagones. Aquello era versallesco.
-No te asustes mamá -gritó un niño de ocho años a su madre asustada. -Son los rebeldes de Fidel.
Se ganó un paquete de caramelos. Un hombre solicitó un cigarrillo de los escopeteros. Le regalaron un paquete. Otro pasajero rehusó dejarse llevar el maletín alegando que era cobrador de una sociedad y que llevaba miles de pesos. Los escopeteros no le prestaron atención. El dinero no les pagaba la satisfacción de cumplir su misión.
Cuando el tren estuvo vacío, y después de encontrar la maleta verde de una viejecita que no sabia dónde la había dejado, se prendió fuego al convoy y se lanzó en marcha para que entrase en Manzanillo en llamas y con la bandera rebelde. Así hizo su entrada el tren ante los asombrados manzanilleros que aguardaban a sus familiares en el andén. El tren pasó entre ellos a gran velocidad y se estrelló contra otro que estaba detenido en la misma vía. Al temor de perder a sus seres queridos dio paso la alegría de ver llegar por la carretera a todos los protagonistas de la odisea. Las risas, los abrazos y los cientos de veces que cada cual hubo de contar a sus amistades la extraordinaria aventura, hicieron que, hace unos días, estando yo en Manzanillo, me viniesen a contar la historia. Después de escucharla pacientemente, sin decir a mi benévolo informante que la conocía de buena tinta, el hombre se acercó misteriosamente a mi oído y me susurró:
-Los rebeldes eran más de dos mil.
Y estaba dispuesto a jurármelo.